javiercorreacorrea

Escritor, ensayista, comunicador social – periodista, docente universitario, nacido en Barranquilla (Colombia) en 1959. Primer finalista en el Concurso Nacional de Novela del Instituto Distrital de Cultura de Bogotá, con La mujer de los condenados (2001). Ganador del Concurso de Novela Corta del Taller de Escritores de la Universidad Central, con Si las paredes hablaran (2006). Autor de más de 50 cuentos cortos, algunos ganadores de premios nacionales.

23 mayo 2023

La francesa de Santa Bárbara



Era hosco, Francisco José. Fumaba tabaco e impregnaba de olor todas las paredes y los muebles y los libros del Observatorio astronómico. Hasta su ropa absorbía el humo. Pero eso no le importaba a la mujer, quien, proveniente de su natal Francia, había llegado a un pueblito de entre 25.000 y 30.000 habitantes, llamado Santa Fe.

Hermosa mujer, sin duda, de quien uno termina enamorándose, como de ella se enamoró Francisco Matiz, el dibujante de la Expedición Botánica, y como ella se enamoró de Francisco José de Caldas, el astrónomo que fue después ingeniero militar y padre de cuatro hijos con su prima María Manuela Barahona.

Hasta ahí cuento, para no incurrir en eso que hoy llaman spoiler, y mejor les dejo el placer de la lectura de la novela La francesa de Santa Bárbara, de Gloria Inés Peláez Q., cuentista, novelista, docente, antropóloga, tantos títulos como el mismo sabio Caldas. La novela que comento es una pieza histórica que reconstruye los miedos, la terquedad, las obsesiones, la timidez, las inseguridades de ese que forma parte de los próceres de la Independencia de nuestro país.

La historia fundacional de lo que hoy es Colombia se cuenta desde la óptica de una pacifista que pretendía escapar de las guerras en Europa y quien, sin embargo, terminó involucrada en la guerra que los criollos libraron contra el colonialismo español.

“Me pregunto si la guerra es el destino de los hijos de estas tierras. En tal caso, la historia no sería un progreso, como creía Francisco José, sino más bien un desatino, sin más leyes que las de la guerra. Y nada puedo hacer para cambiarla, solo doy alivio y fuerzas a aquellos que van a morir por ella”, dice la francesa de la mano de Gloria Inés Peláez.

Y agrega(n): “Somos briznas movidas por los soplos del maligno, agitados en remolinos que nos confunden y nos arrojan los unos sobre los otros, ciegos vamos a la muerte y lloramos”.

Pero, como si siempre existiera un pero, la francesa se entrega en alma y cuerpo y un día cualquiera, casi sin darse cuenta, percibe que su piel se estira, que los senos se agrandan, que la espalda le duele, que la comida no es la culpable del aumento de peso, que hay algo que la convierte “en un instrumento de la materia, al darle vida en mis entrañas a un nuevo cuerpo de barro que aprovisionaría un alma”. Más bello para dónde.

La francesa vivía en el barrio Santa Bárbara, cerquita a la casa del virrey y a lo que hoy es la Plaza de Bolívar, unos años después el Libertador concluiría el trabajo en Boyacá en los campos.

Francisco fue el nombre del hijo de la francesa, ella misma no sabe si en honor de su hermano, François, o del astrónomo criollo. Qué lo va a saber uno tantos años después, Gloria Inés Peláez deja la duda, al fin y al cabo de eso se trata la literatura hoy, de permitirle a quien lee que complemente la historia. Y con más veras si se trata de una novela histórica, como La francesa de Santa Bárbara.

 

La autora

Las novelas de Gloria Inés Peláez han sido incluidas dentro de la llamada “Nueva Novela Histórica”: La francesa de Santa Bárbara obtuvo el Premio Nacional de Cultura, modalidad novela, de la Universidad de Antioquia (2009). La más reciente, Era mucho el miedo, fue publicada por Ediciones Desde Abajo (2016).
Ha publicado los libros de cuentos: Roa, Séptima con Catorce, ganador del Premio de Cuentos sobre Memoria Urbana referida a Bogotá, de la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte, Bogotá (2007), y Breviario del tiempo, Universidad del Valle (2012). Ha participado en diversas antologías de cuentistas: Narrar a Caldas, historias y relatos para un nuevo siglo, de la colección Las Letras de Caldas en el Bicentenario, Manizales (2019), de escritores caldenses; Cuentan, relatos de escritoras colombianas contemporáneas, Sílaba Editores, Medellín (2010); Ardores y furores. Relatos eróticos de escritoras colombianas, Planeta (2003); Premios que cuentan, Taller de Escritores de la Universidad Central, Bogotá (1988 y 1991).

La francesa de Santa Bárbara está disponible en https://elibros.com.co/product/la-francesa-de-santa-barbara/

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El imperio de los imperios

 El imperio de los imperios

In memorian Sebastián Ramírez Amaya

 



Esta es quizás la segunda dedicatoria a Sebastián Ramírez Amaya, un biólogo colombiano a quien no conocí pero que conozco y aprecio mucho. Explico: Mariana, una hermosa mujer –su madre–, y Fernando, un hombre orgulloso –su padre–, hace unos meses, nos presentaron a su hijo a los integrantes de un grupo de madres y padres que hemos perdido a nuestros hijos, en esas inexplicables circunstancias que rompen el tradicional esquema de que los mayores nos vamos primero. 

Virtualmente, ingresaron a una sesión de Lazos, un grupo en el que hablamos con orgullo de las hijas y los hijos, a quienes hemos ido conociendo y queriendo, como conocimos a dos grupos de simios a quienes Sebastián estudiaba en la selva de Ngogo, en la nororiental república africana de Uganda. Biólogo egresado de la Universidad de los Andes, en Bogotá, en 2013 hizo un estudio sobre los monos arañas en el Magdalena Medio colombiano. Viajó a Estados Unidos, donde adelantó un doctorado en la Universidad de Arizona, lo que lo llevó a Uganda, para adentrarse en la selva y en la vida de los chimpancés.

El último día de su trabajo de campo, el 10 de abril de 2022, y luego de un año en la selva tropical, llamó a Mariana, y le comentó que pocas horas después abordaría un avión para regresar a la universidad. Había sobrevivido a los enfrentamientos territoriales de los chimpancés y estaba tranquilo en su campamento, empacando su equipaje, cuando un elefante lo atacó. La información llegó por cuenta de su universidad bogotana y fue registrada en varios medios de comunicación, por aquello de la cercanía afectiva, uno de los criterios para definir cuándo un hecho es susceptible de ser convertido en noticia.

Hace una semana, Fernando y Mariana nos contaron de la serie documental de cuatro episodios disponibles en la plataforma Netflix, El imperio de los chimpancés, que le rindió un homenaje al colombiano: In memory of Sebastián Ramírez Amaya.

Sebastián guio en varias ocasiones al equipo de grabación que no solo se internó en la manigua sino que convivió con los primates e incluso se mezcló con ellos en medio del fragor de la batalla entre los grupos de los centrales y los occidentales, que se siguen disputando el territorio para algo tan elemental como la supervivencia. De lo que los humanos tenemos responsabilidad, pues les hemos ido arrebatando el hábitat y cada vez disponen de menos espacio para encontrar alimentos.

Las imágenes son tiernas cuando muestran a las orgullosas y protectoras madres que cuidan a los bebés, inquietos y tiernos como todos los cachorritos, inclusive los humanos.

Pero son también desgarradoras cuando evidencian la organización social y política, al mostrar las alianzas en contra de Jackson, el macho alfa, un primate que en posición erguida puede alcanzar un metro con setenta centímetros de altura, y con su complexión fuerte y su decidido liderazgo preserva la integridad de los más de 150 integrantes de su comunidad. Pero, como en las civilizaciones más avanzadas, hay quienes confabulan para acceder al poder. Al fin y al cabo, compartimos el 99% del ADN y, además de la desnudez peluda y la desnudez lampiña, es poco lo que nos diferencia. Tal vez el lenguaje, como el que utilizo para redactar estas sentidas líneas. Habría que preguntarse quiénes han evolucionado y quiénes se han quedado rezagados millones de años, así hagan de todo, hasta Inteligencia Artificial. Pero ese es otro tema. 

La miniserie de Netflix está estructurada en cuatro episodios: Paraíso (Paradise), Los otros (Others), La guerra (War) y El juicio (Reckoning), y presenta la vida cotidiana de los primates que no son apenas nuestros antepasados sino que tratan de sobrevivir pese a los humanos, que supuestamente hemos evolucionado. A lo mejor –a lo peor– nosotros somos el eslabón perdido.

Es impresionante como en Ucrania, en Myanmar, en Siria, en Colombia, las patrullas de combatientes se preparan para la guerra, igual a como lo hicieron los homínidos hace millones de años y a como lo siguen haciendo los chimpancés en Uganda. La diferencia es que los primates combaten por la comida, que puede estar a unos pocos metros, tras cruzar un riachuelo, en un territorio que ya no les pertenece porque les fue arrebatado por otro grupo que también espera alimentar a sus integrantes. Los humanos se matan –nos matamos– por placer, por sevicia, por ambición económica. Algo de lo que los chimpancés no tienen conocimiento ni les interesa tenerlo.

Presumo en estas líneas que es parte de las conclusiones de la investigación adelantada por Sebastián Ramírez Amaya, a quien le rindo un muy afectuoso homenaje, igual que a Fernando y a Mariana. Y también a Jackson, quien no dudó en arriesgar su vida para defender a su gente. Sí, su gente, la que le sobrevive en Ngogo. 

 

Ficha técnica

Dirección: James Reed

Guion: James Reed y Matt Houghton

Dirección de fotografía: Benjamin Saad

Producción: Callum Webster

Producción ejecutiva: Matt Cole y James Reed

Edición: Gary Thomas

Trailer: https://www.filmaffinity.com/es/evideos.php?movie_id=224014 

Cómo se grabó el documental: https://www.youtube.com/watch?v=cZal12H2YNY

 

Palabras clave: Sebastián Ramírez Amaya, El imperio de los chimpancés, Ngogo, Lazos.

 

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