Pocos días antes de trascender, la joven mujer anunció con certeza absoluta que se convertiría en la estrella Spica, la más brillante de la constelación Virgo, que con alegría puede ser observada desde cualquier parte de este planeta que todavía habitamos.
Varias
veces la he visto compartir el firmamento con millones de estrellas, de
planetas, de estrellas fugaces. Spica, o Espiga, se me ha mostrado en la
Colombia que la vio nacer, en la Australia donde su hija siente la presencia
total.
Precisamente
anoche, en la ciudad septentrional que acogió a la mujer y al esposo y a la
hija, salí a caminar con ellos bajo una noche despejada, con el cielo generoso
adornado por pocas nubes blancas. Salimos desprevenidos, en busca de un poco de
aire y de tres cremas de helado infantil.
Apenas
dejamos atrás la casa, la niña frenó de repente, alzó la vista y compartió con
su padre y conmigo la certeza absoluta, alzó el dedo índice y señaló a Spica
antes de gritar feliz: “¡mi mamá!”
Sydney,
19 de diciembre de 2024
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