Ir al contenido principal

Quijotadas. Noviembre, película sobre un juicio que no dejaron realizar

Acomodado en una mullida butaca de un cinema doce cuadras al norte del Palacio de Justicia y cuarenta años después de la masacre de la retoma del edificio por parte de los organismos “de seguridad” del Estado, sentí de nuevo la angustia sufrida durante veintisiete horas entre el 6 y el 7 de noviembre de 1985. Fue en la proyección de la película Noviembre, sobre el juicio que no se pudo realizar al gobierno y los militares por la violación de los acuerdos de paz suscritos un año antes con varios grupos insurgentes. En la pantalla gigante, las escenas transcurrieron en un pequeño escenario, un baño del Palacio de Justicia, combinadas con imágenes de los exteriores, tomadas estas últimas de noticieros de la época. Cada segundo, cada rostro sudado, cada arma en ristre o pendiente de un hombro nervioso, cada señal en un radiecito manual, cada explosión que retumba en el alma, cada vidrio roto, cada voluta de humo del incendio en el sótano y de los gases lacrimógenos, cada disparo que atraviesa una pared o un cuerpo humano, cada sueño que se trunca, cada reclamo al gobierno que les incumple de nuevo a los acuerdos de paz, cada traición como la de un mezquino que se ofrece a ayudar y recibe autorización para entregar una carta de súplica de alto al fuego pero escapa con información precisa para el ataque final al baño lleno de civiles y de guerrilleros, cada vez que se apaga la luz, cada acorde musical, cada voz que pide que no disparen, cada bolsita con suero que se comparte para calmar la sed, cada segundo… representan y producen la misma angustia que sintió Colombia hace cuarenta años. Cada tanque de guerra que se estaciona junto a la estatua de un Simón Bolívar preso en una figura de bronce, cada soldado que con terror recibe la orden de avanzar, cada periodista que pregunta pendejadas, cada solicitud de cese al fuego ignorada, cada helicóptero que descarga hombres armados hasta los dientes, cada bombero que desde la calle trata de apagar el fuego en el sótano donde reposaban los expedientes de violación de los derechos humanos por parte de militares, cada disparo mortífero contra magistrados y contra personal administrativo y contra otros civiles y contra los guerrilleros a quienes dejaron entrar para aniquilarlos en un baño convertido en ratonera, cada uno de los cuatro mil seiscientos ochenta segundos que dura la película, cada segundo… representan y producen la misma angustia que sintió Colombia hace cuarenta años. La Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre, adelantada por un comando del M-19, pretendía juzgar al gobierno y a los militares por la violación de los acuerdos de paz suscritos en agosto de 1984. El juicio, obviamente, no se pudo llevar a cabo ante el máximo tribunal de la justicia en Colombia. Los militares no lo dejaron realizar y maniataron al entonces presidente Betancur, quien con el eslogan de “Sí se puede” había sido elegido con el respaldo de tres millones ciento ochenta y nueve mil doscientos setenta y ocho votos, con la promesa de adelantar un proceso de paz representado por palomas hasta bonitas dibujadas en muros de todo el país. La toma del Palacio de Justicia terminó con noventa y ocho muertos. Con una veintena de desaparecidos, entre hombres y mujeres, en especial los empleados de la cafetería que fueron acusados de ser auxiliadores de la guerrilla. También fueron asesinados guerrilleros como Irma Franco, Alfonso Jacquin y el panameño, que salieron vivos y tras ser identificados en el cuartel improvisado en la Casa del Florero fueron conducidos a guarniciones militares, y luego asesinados. Así hicieron con el magistrado auxiliar del Consejo de Estado Carlos Horacio Urán Rojas, cuyo cuerpo fue encontrado dentro de las cenizas del Palacio, con un certero y cobarde disparo hecho a quemarropa. Nadie sabe cómo logró escapar Clara Inés Enciso, La mona, que se convirtió en la única sobreviviente del grupo guerrillero, pues los demás integrantes, y como en la misma película afirman, fueron “fumigados”.
Con guion y dirección de Tomás Corredor, la película fue realizada con la participación, entre otros, de Natalia Reyes, como La mona; Santiago Alarcón, como el magistrado Manuel Gaona Cruz, y Juan Prada, como el comandante Andrés Almarales. La cinta es una coproducción de Colombia, México, Brasil y Noruega y está en cartelera desde el 2 de octubre en algunas salas de Cine Colombia. Leí una reseña en la que se dice que en la cinta no se hace un profundo análisis histórico y político, que contextualice en especial a las nuevas generaciones que no vivieron desde afuera el horror de la toma del Palacio de Justicia, pero en una entrevista el director dijo que “Es una película de humanidad”, y a mí personalmente me parece que lo humano es lo más político que hay. Y la angustia es también humana. Por eso, hace cuarenta años y esta semana, la angustia, el dolor, la incertidumbre me asaltaron en cada segundo de la proyección de la película Noviembre, que nos recuerda que la guerra interna en Colombia es una terrible realidad que no termina. Que tampoco han dejado terminar. Trailer oficial: https://www.youtube.com/watch?v=gQulCFOdw0U

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Quijotadas. Pedofilia disfrazada dizque de música

  No he querido escuchar la “canción”, para qué. Con leer la letra es más que suficiente para casi terminar vomitando de la rabia y del malestar que la industria discográfica me produce mandando al estrellato a un grupo de quienes se creen artistas y no son más que productos hechizos que a su vez cosifican y sexualizan a una niña de 14 años, no se sabe si fruto de su “inspiración” o recordando una experiencia de pederastia. Queda, sí, la certeza de que se trata de pedofilia disfrazada dizque de música. Lo primero es que eso de música no tiene nada, lo que he escuchado de casualidad en ocasiones anteriores me parece de una ligereza cuyo fin es simplemente hacer dinero, pero de estética, nada. El debate se armó estos días, precisamente en la Semana Internacional de los Niños, Niñas y Adolescentes, con la publicación de +57 , algo que ellos llaman canción, algunos de cuyos vergonzosos apartes cito: … escucha 2Pac y ese culito es notorio. Le echo en el abdomen la cremita de O...

Quijotadas. Los nombres de la valiente Feliza

    “ Yo siempre estoy con el bando de los que ponen los muertos, no de los que matan ”: Marta Traba.   Hace unos días, una poeta amiga me reenvió el mensaje de un conocido suyo, quien le decía que se negaba a leer Los nombres de Feliza , la novela de Juan Gabriel Vásquez, porque debería ser Los hombres de Feliza . El amigo de la poeta se lavaba las manos y decía que “en todo caso, un buen escritor”. Con un muy pobre criterio literario, el señor es además de un machismo casi que irredimible, pues no entiende el papel que como mujer y como artista desempeñó la escultora colombiana Feliza Bursztyn, quien murió de tristeza. En la novela, Juan Gabriel Vásquez cuenta la anécdota de un periodista que fue a entrevistar a la escultora en su taller ubicado en Teusaquillo: “Feliza le abrió la puerta vestida con sus pantalones sucios, un delantal de cuero que la protegía de las chispas y las manos enfundadas en guantes de cuero, y el periodista preguntó: ‘¿Qué opina usted ...