Ir al contenido principal

Cuando mi padre "suplantó" a Otto Greiffenstein

 Otto Greiffenstein

Luis Correa Hoyos

Por Javier Correa Correa

El avión había despegado del aeropuerto Olaya Herrera, a primera hora de un lunes, en Medellín. En Medellín había nacido Otto Greiffenstein, en 1923, según un reporte periodístico, en la avenida La Playa. Curioso lugar para nacer, en una avenida. Pero de raro no tiene nada, pues Luis Correa Hoyos, mi padre, decía que había nacido en el Parque de La América, también en Medellín, en 1920.
No se conocieron  personalmente, pero eran igualitos. No solo en lo físico, sino que, por ejemplo, a ninguno de los dos le gustaba la literatura de García Márquez. Sus razones tendrían. El hecho de ser muy parecidos facilitó la suplantación, con la complicidad de los colegas de Otto Greiffenstein, el día en que el avión decoló de la capital de la montaña, con rumbo a Bogotá.
El programa Sábados felices, que durante tantos y tantos años ha sido transmitido por televisión, con el nombre de Lleva una escuelita en tu corazón realizaba campañas en todo el país, para recaudar fondos a fin de construir y dotar instituciones educativas. Varios de los actores habían estado visitando un pueblo antioqueño y a su regreso a la capital del país los demás pasajeros los reconocieron. Cómo no hacerlo, si además estuvieron echando chistes todo el tiempo que duró el vuelo. Y aunque no había trabajado en ese programa, Otto Greiffenstein era reconocido nacionalmente por su participación en otras comedias, como Yo y tú, una de las más emblemáticas y que nadie se perdía los domingos en las noches.
Mi papá, a quien le encantaba montar en avión, no desperdició la oportunidad para unirse a la fiesta aérea. Alguien pensó que se trataba de Otto Greiffenstein, y le pidió un autógrafo. Los integrantes del elenco de Sábados felices ya firmaban papeles con dedicatorias a los papás, las mamás, los hijos, las hijas y hasta las suegras de los pasajeros. Jacqueline Enríquez, el hombre caimán, el flaco Agudelo, el mocho Sánchez, Óscar Meléndez, Enrique Colavizza y el mismo Alfonso Lizarazo le hicieron señas a mi papá, autorizándolo para la suplantación. Así que, con una sonrisa, del bolsillo izquierdo de su saco de paño extrajo un lapicero y empezó a firmar: “Con cariño, Otto”.
Como uno de los mejores chistes de su vida, Luis Correa Hoyos, mi padre, llegó a casa a contar el cuento de la suplantación. Seguro que Otto Greiffenstein se enteró y soltó una elegante carcajada. Los que probablemente sonreirán hoy serán quienes conservan en viejos álbumes familiares la firma plasmada “con cariño” por Otto.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Pedofilia disfrazada dizque de música

  No he querido escuchar la “canción”, para qué. Con leer la letra es más que suficiente para casi terminar vomitando de la rabia y del malestar que la industria discográfica me produce mandando al estrellato a un grupo de quienes se creen artistas y no son más que productos hechizos que a su vez cosifican y sexualizan a una niña de 14 años, no se sabe si fruto de su “inspiración” o recordando una experiencia de pederastia. Queda, sí, la certeza de que se trata de pedofilia disfrazada dizque de música. Lo primero es que eso de música no tiene nada, lo que he escuchado de casualidad en ocasiones anteriores me parece de una ligereza cuyo fin es simplemente hacer dinero, pero de estética, nada. El debate se armó estos días, precisamente en la Semana Internacional de los Niños, Niñas y Adolescentes, con la publicación de +57 , algo que ellos llaman canción, algunos de cuyos vergonzosos apartes cito: … escucha 2Pac y ese culito es notorio. Le echo en el abdomen la cremita de O...

Quijotadas. Los nombres de la valiente Feliza

    “ Yo siempre estoy con el bando de los que ponen los muertos, no de los que matan ”: Marta Traba.   Hace unos días, una poeta amiga me reenvió el mensaje de un conocido suyo, quien le decía que se negaba a leer Los nombres de Feliza , la novela de Juan Gabriel Vásquez, porque debería ser Los hombres de Feliza . El amigo de la poeta se lavaba las manos y decía que “en todo caso, un buen escritor”. Con un muy pobre criterio literario, el señor es además de un machismo casi que irredimible, pues no entiende el papel que como mujer y como artista desempeñó la escultora colombiana Feliza Bursztyn, quien murió de tristeza. En la novela, Juan Gabriel Vásquez cuenta la anécdota de un periodista que fue a entrevistar a la escultora en su taller ubicado en Teusaquillo: “Feliza le abrió la puerta vestida con sus pantalones sucios, un delantal de cuero que la protegía de las chispas y las manos enfundadas en guantes de cuero, y el periodista preguntó: ‘¿Qué opina usted ...

Quijotadas. Juan Gabriel Vásquez, novelista de la historia

Cuando Juan Gabriel Vásquez leyó en un periódico que la escultora colombiana Feliza Bursztyn había muerto de tristeza, se dijo “aquí hay una novela”. El problema fue cuando debió aprender a deletrear el apellido, y entonces se dijo “así se llamará la novela: Los nombres de Feliza ”.  Juicioso como ha sido en lo que tiene que ver con la historia, Juan Gabriel Vásquez viajó a París y recorrió las calles que, supuso, había recorrido la artista que fue perseguida durante el régimen dictatorial de Turbay, lo que la obligó a marchar al exilio. Entrevistó a cuantas personas pudo, incluido el viudo de Feliza, Pablo Leyva, quien orgulloso estuvo en el lanzamiento del libro hace pocas semanas en Bogotá. Todavía no he leído la novela, que compré esa noche. La que sí leí fue Volver la vista atrás (2020), a la que le antecedieron otras que no menciono pero que me han confirmado que es uno de los más destacados escritores colombianos del momento, como José Zuleta y Lina María Pérez, por...