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Quijotadas. Han Kang, Premio Nobel de Literatura y de Dignidad

 

Con humildad confieso que no conocía a Han Kang, a quien con justicia acaban de otorgarle el Premio Nobel de Literatura. Quienes hemos empezado a admirarla no dudamos de que merece otro Premio Nobel, tal vez de Paz o de Dignidad, que son lo mismo.

Desde el mismo día en que la Academia Sueca hizo el anuncio, el 10 de octubre, empezaron a circular en redes las copias en PDF de tres de sus novelas: La vegetariana y La clase de griego, en español, y Human Acts, en inglés.

Maravillado, tuve oportunidad de leer la primera. La vegetariana cuenta la historia de Yeonghye, una mujer que es desposada por un hombre que no la ama, quien se explica a sí mismo por qué lo hizo: “Si me casé con ella fue porque, así como no parecía tener ningún atractivo especial, tampoco parecía tener ningún defecto en particular”. Luego, la describe: “Antes de que mi mujer se hiciera vegetariana, nunca pensé que fuera una persona especial. Para ser franco, ni siquiera me atrajo cuando la vi por primera vez. No era ni muy alta ni muy baja, llevaba una melena ni larga ni corta, tenía la piel seca y amarillenta, sus ojos eran pequeños, los pómulos algo prominentes, y vestía ropa sin color como si tuviera miedo de verse demasiado personal”.

La despersonaliza, claro, pues nunca menciona su nombre y cuando se refiere a ella lo hace como “mi mujer”, en una cosificación que “le permite” prescindir de ella cuando tendría que haber asumido el verdadero papel de cónyuge, con todas las implicaciones. Cuenta él que Yeonghye, un día cualquiera, decidió suspender el consumo de carne y demás productos de origen animal, lo que le sugiere a la autora el título de La vegetariana para la novela.

Me atrapó desde la primera línea, en la que el marido –para qué mencionar su nombre– la describe. Me mantuvo cautivo todo el tiempo que me dejé conducir de la mano de Han Kang en las 141 páginas duras, fuertes, dolorosas de lo que es la vida de una mujer en Corea del Sur, donde también nació la Premio Nobel, hija y hermana de escritores hombres.

La cultura coreana no difiere mucho de la colombiana, con la organización social, familiar, económica, cultural en la que la mujer es relegada a un segundo plano y es obligada a renunciar a sus sueños en favor de los hombres que la rodean en la casa, el colegio, la universidad, el trabajo, el hospital, la funeraria.

Un segundo narrador, también hombre, asume la segunda parte de la novela estructurada en forma de trilogía, y es relevado en la última parte por una mujer que se refiere a la protagonista en tercera persona, de quien dice que pretende convertirse en árbol, que es lo más vegetariano imaginable.

 

       Crédito: National Geographic


La escritura que cuestiona

“Hacer preguntas, eso es para mí escribir. No escribo respuestas, simplemente me afano por redondear las preguntas, trato de permanecer mucho tiempo dentro de ellas. De rodillas, arrastrándome otras veces, espero llegar hasta el final, hasta el centro (aunque sea imposible). Esta novela es también una pregunta imposible”, dice Han Kang en una especie de prólogo del libro.

Preguntas es lo que sigue formulando, al tiempo que sienta una posición digna ante la vida, no solo en su calidad de mujer y madre, sino como persona humana, al anunciar que no irá a la ceremonia del Premio Nobel en diciembre próximo, porque no hay nada que celebrar “mientras haya guerras en el mundo”.

No se trata de un acto de engreimiento, de soberbia, sino una posición firme frente a la descomposición de la humanidad toda, en cada una de las deshumanizadas guerras, como las que se desarrollan ante los ojos impasibles de los “dirigentes” del mundo en Sudán, en Yemen, en Ucrania, así como el genocidio en Palestina.

Y como Yeonghye, Han Kang cierra sus labios. La primera se niega a comer, pero el día de la ceremonia en Europa, ella beberá un té en compañía de su hijo, mientras otros celebran, como un escritor irlandés que ni siquiera me interesa saber cómo se llama, quien sugirió que le quiten el reconocimiento a Han Kang. El tipo no entendió. O también en eso se hace el de la vista gorda.

Han Kang seguirá escribiendo, con su estilo impecable y con la lucidez y la dignidad que tanto se requieren hoy y mañana. El Premio “lo celebraré de forma tranquila. La Academia no me ha dado este premio para que lo disfrutemos sino para que mantengamos la mente más clara”.

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