Por Javier Correa
Correa
Los “migrantes ilegales”, como les dicen los europeos a los sirios que huyen de la guerra. Los migrantes venezolanos que a pie atraviesan un continente para huir de la miseria provocada por el bloqueo a su país por parte de Estados Unidos y otros autodesignados adalides de la democracia. Los colombianos que buscan en el exterior un futuro benigno cuando se dan cuenta de que en este país no hay posibilidades de supervivencia digna. Duszejko, la animalista que además traduce poemas y huye de Polonia a Chequia, perseguida por la policía. Alejo Sabaraín, el compañero de Policarpa Salavarrieta que escapa del despiadado “pacificador” y busca reunirse con los patriotas en los llanos colombo-venezolanos. Los chilenos que huyeron de la dictadura impuesta en 1973.
Son millones.
Cada día, desde las eras
primarias de la humanidad, la migración o el exilio –para mí, son lo mismo–
millones de personas han decidido ¿decidido? dejar la tierra donde nacieron y
viajar a lugares desconocidos, con costumbres distintas, con lenguas
diferentes, incluso. La búsqueda de la supervivencia.
Olga Tokarczuc, la
polaca galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 2018, narra uno de esos
exilios, el de una maestra que se refugia en una gélida montaña y cuida de su
vida, de los hogares de los vecinos, de los corzos amables y nerviosos. Con una
facilidad prodigiosa, les cambia los nombres a las personas, según la forma
como las ve. Y les cambia también las vidas, desde el comandante de Policía
hasta el cura párroco, quienes tienen una cofradía de cazadores que disfrutan
asesinando animales que, después, cobran venganza. Solo al final de Sobre los huesos de los muertos se
devela el misterio, en una novela policíaca que establece cambios mágicos, pues
la profesora-narradora en primera persona es también intérprete del destino.
Basada en la lectura de
los planetas, les advierte a los investigadores que las pistas están no solo en
el lugar donde han ocurrido varias muertes, que ella no duda en calificar de
asesinatos, pues señala “una muy rara colocación de planetas, con tanta mayor
convicción lo someto a la atención de la Honorable Policía. Me permito adjuntar
ambos horóscopos, en la esperanza de que serán consultados por el astrólogo
oficial de la policía, y que este corroborará, por lo tanto, mi hipótesis” (p.
184).
Obviamente, los
sabuesos desestiman las advertencias de la profesora Duszejko y siguen sus
pesquisas de acuerdo con lo que les enseñaron en la academia de inteligencia.
Allá ellos.
El paisaje que une a
Polonia con Chequia, y que alguien dividió con una línea fronteriza, es
descrito por Olga Tokarczuc con una destreza que los lectores podremos decir
que conocemos la zona como si hubiéramos vivido allí. Como si hubiéramos huido
de allí y recordáramos con nostalgia cada centímetro del suelo húmedo, cada
olor del bosque fresco, cada color de una hoja, cada movimiento de un corzo. Y
con ella, podremos concluir también: “Pero aún me queda bastante tiempo” (p.
299).
Olga Tukarzuk. Sobre los huesos de los muertos (2009).
Traducción de Abel
Murcia.
Edición de Editorial
Océano de Colombia (2019).
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