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Los espíritus están ofendidos

Paisajes exuberantes, frases contundentes, diálogos precisos, una edición que conduce en el ritmo preciso, actores convincentes, una historia sólida, una dirección a cuatro manos -como en los clásicos-, un lenguaje polifónico, un final que ya conocíamos por experiencia propia pero que no deja de sorprendernos. Todo eso es Pájaros de verano, la película colombiana que lleva varias semanas en cartelera -y eso también es como raro en este país-, no solamente por su calidad cinematográfica sino porque está nominada a los Premios Oscar y ese es un atractivo para los teatros que siguen viendo sus butacas con buena cantidad de público.
Pero es mejor en orden: dos horas y cinco minutos, sin truculencias ni efectos especiales, son suficientes para contar la historia de una familia wayúu que es permeada por la bonanza marimbera de los años sesenta y setenta, lo que agrede y rompe no solo los valores culturales de ese pueblo guajiro, sino de toda una sociedad que se hace la de las gafas para ignorar los efectos de los negocios ilícitos. Para ignorar, supuestamente, pues para disfrutar sí es posible quitarse las gafas. Y no hablo únicamente de la península del norte, sino de todo el país e, incluso, del mundo entero. "La marihuana es la felicidad del mundo", dice uno de los personajes, cuando el problema todavía no era problema.
No faltarán los que se rasguen las vestiduras para decir que Cristina Gallego y Ciro Guerra "están haciendo quedar mal", "proyectando una imagen exagerada" de esta Colombia inmortal. Pero la realidad es así. Aunque se supone que Pájaros de verano es ficción, no lo es.
Productores de Colombia, México, Francia y Dinamarca se sumaron para esta película, lo cual, desde antes de empezar a rodar, implicó que las fronteras dejaran de existir. Y para que las lenguas se fundieran, pues el español y el wayúunaiki se suman para darles continuidad a los hechos, a los que se agrega el lenguaje de las balas, que acalla las voces, las conciencias, las vidas. A eso nos hemos acostumbrado. Y Pájaros de verano quiere despertarnos, así una joven mujer diga, desde lo más recóndito del alma, "no quiero volver a soñar". 
Carmina Martínez, José Acosta, Jhon Narváez, Natalia Reyes, José Vicente Cote, Juan Martínez y Greider Meza son algunos de los actores de la película que es promocionada como "espiritual, gánster", no sé quién fue el publicista que se inventó esa vaina, pero creo que es un desacierto. Así haya gánsters.
Porque, y es una de las virtudes del film, se respeta profundamente la cultura, la espiritualidad del Pueblo Wayúu, que se expresa con símbolos permanentes, como los pájaros que caminan y vuelan y se posan en ramas de arbustos, para actuar -también- como hilos narrativos.
La verdad es que me importa un bledo si la película logra algún Premio Oscar. Lo que de verdad me interesa es que es bien lograda, bien narrada, con lógica, con magia, con fuerza. Como debe ser.

Corto de Pájaros de verano




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